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Neurobiología y Pertinencia de la Bondad

Escrito por

Juan José Lopera Sánchez

¿Es la bondad útil? ¿Es un defecto, una debilidad? ¿Es una virtud? 

Asumimos que para lograr nuestros objetivos, nuestras metas, necesitamos ser extremadamente individualistas, agresivos, competir desmedidamente, y tendemos a pensar que la bondad es signo de debilidad.

Vivimos más tiempo. Somos más sanos. Económicamente y financieramente, tenemos más seguridad que en cualquier momento de la historia. Nadamos en el entretenimiento y la diversión, pero realmente, no somos más felices. 

Aumentan la depresión, la ansiedad, los indicadores de suicidio en el mundo, y la sensación de que nos duele la sociedad, de que estamos solos, de que las redes de afecto y de soporte se han ido perdiendo.

Olvidamos que todo esto representa casi siempre una falta de bondad. 

La bondad es esencial. 

La bondad es una herramienta fundamental para recuperar los vínculos significativos, para recuperar la sana y simple alegría de la pertenencia.

Soy hijo de padres alcohólicos, mayor de cuatro hermanos. Crecí en un ambiente familiar, completamente disfuncional y violento. Acumulé una gran cantidad de rabia durante mi adolescencia. En algún momento, reconocí que si quería seguir alimentando esa amargura, ese resentimiento, seguirme declarando como víctima, tenía todos los argumentos. Pero que si quería ser feliz, si quería dar algo diferente, amor, alegría, conciencia, tenía que empezar a procesar esa carga de dolor y sufrimiento…y transmutar la angustia y la oscuridad del resentimiento en luz. 

No ser la víctima, ser el protagonista de un nuevo cuento. 

En esa época, Medellín estaba convirtiéndose en la ciudad más violenta del mundo. En los barrios, en las veredas, las bombas, los sicarios cobraban víctimas cotidianamente.

Yo trabajaba con algunas entidades y hacía intervención en esos barrios. Y de primera mano veía ese dolor y esa violencia. Quizás por eso quise ser médico. 

Entré a la Universidad. En cuarto semestre, fuimos por primera vez al hospital. Me di cuenta de lo catastróficas e insuficientes que eran nuestras habilidades de comunicación, por lo que conversé con el decano. Le propuse que primero llegáramos al hospital a conocer a los pacientes como seres humanos. Que habláramos con ellos de sus familias, de su enfermedad, de sus temores, de qué sentían estando hospitalizados. Y tuvo tanto impacto esa propuesta que aún hoy, 39 años después, sigue siendo materia de cátedra en la Universidad CES. 

Y así, paso a paso, gota a gota, vamos construyendo hacia la bondad. 

Terminé la carrera. Viví con los arhuacos en la Sierra Nevada de Santa Marta. Estuve en las selvas de la Serranía del Baudó, en el Chocó con los emberá. Con una beca de Colfuturo, salí a cantar ópera por el mundo. Viví en Austria, en Alemania, en España, en Estados Unidos. En todos los viajes como médico, como cantante, como facilitador, como persona que conversa amorosamente con las otras, me he dado cuenta de que el gran dolor de la humanidad trasciende razas, trasciende geografías, trasciende culturas. 

Y es la sensación de que cada vez, a pesar del gran desarrollo tecnológico, hay una gran falta de bondad en el mundo.

En 2012, Richard Davidson, reconocido neurocientífico de la Universidad de Wisconsin, realizó un experimento maravilloso. Reclutó a un grupo de adolescentes y los entrenó para realizar acciones bondadosas durante 30 minutos cada día. Al cabo de 15 días comenzó a medir los cambios en sus cerebros. Es muy impresionante lo que observó: las zonas que se activan con las acciones bondadosas son exactamente las mismas zonas que se activan cuando tenemos felicidad, bienestar, cuando sentimos una conexión profunda.

Y otro dato impresionante: no era necesario que estas personas tuvieran una motivación especial e innata hacia la bondad, hacia la generosidad. El solo hecho de realizar actos bondadosos transformaba sus cerebros. En esas zonas, aumentaba la actividad eléctrica, se realizaban nuevas conexiones, se liberaba serotonina, oxitocina, dopamina; los neurotransmisores del bienestar.

Esa es la razón por la cual las acciones de servicio social, los voluntariados, tienen un efecto terapéutico en algunas personas que tienen ciertos tipos de depresión y de ansiedad.

Es muy especial, porque de esa manera, la bondad se convierte en un dinamizador ético y social. 

Desde la bondad, somos más cuidadosos, menos agresivos. Nos enfocamos primero en la buena voluntad del otro, escuchamos mejor y somos más confiables.

Cuando hacemos esas pequeñas buenas acciones, nuestro cerebro desarrolla las áreas que nos permiten ser más felices. 

La recompensa que recibimos como gratitud de parte de la persona a la que servimos establece un ciclo, un bucle de retroalimentación positiva también en nuestro cerebro. Y esa retroalimentación positiva se convierte en un factor de recompensa. 

Sabemos, por biología elemental, que la recompensa es fundamental para la evolución. 

Nuestro cerebro evoluciona de abajo hacia arriba, de atrás hacia adelante. 

Su parte más primitiva, el cerebro reptil, es reactiva, es individualista, se enfoca en la supervivencia.

La parte central, el cerebro mamífero, procesa las emociones, las relaciones, las necesidades del grupo, de la tribu, de la manada, pero no va mucho más allá. 

La parte más nueva, el neocórtex, el cerebro humano, mira hacia el futuro. 

Es capaz de analizar variables complejas. Se basa en la bondad enfocada en las necesidades sistémicas. Reconoce la interdependencia. Reconoce los efectos no lineales de los actos. 

Es capaz de poner a un lado momentáneamente las necesidades del ego y enfocarse en aquello que beneficia a la mayoría, sabiendo que al final, la acción que beneficia a la totalidad beneficiará también al individuo.

La mayor parte de nuestros grandes problemas actuales se deben a una miope visión.

Una sumatoria de acciones enfocadas en el beneficio personal de mi propia tribu, de mi propio clan económico, político, etc., nos ha llevado a la encrucijada. Y aquí también, la bondad se revela como el motivador de una visión inclusiva y sistémica que nos permitirá transformar la vida.

Apostemos por la bondad.

Comparto cinco pequeñas sugerencias que pueden cambiar tu vida y tu entorno:

 En primer lugar, enfócate en encontrar pequeñas oportunidades para servir, para hacer actos bondadosos. Cede el paso, ayuda a alguien en la calle. Verás que te volverás más sensible a las necesidades del entorno y tus recursos florecerán. 

Educa desde la infancia para la bondad y la generosidad. Sabrás que estás construyendo felicidad, salud, armonía social, sostenibilidad. 

Utiliza con frecuencia y con conciencia un pequeño mantra: ¿Cómo puedo serte útil? ¿Cómo puedo ayudarte? ¿En qué puedo servirte? Verás que de esa manera tu capacidad de detectar cuáles son tus posibilidades de ayudar y de construir red social también se desarrollan. 

Cuando tengas alguna discusión, alguna conversación difícil, reconoce la buena intención del otro. La buena intención del otro es la base de sus opiniones y de las discrepancias. Así aprenderás a escuchar de una manera diferente y a construir de otra forma.

Por último, frecuentemente revisa cómo has sido útil, qué impacto has tenido en tu entorno, en las personas que están alrededor tuyo. Así reconocerás, cuando asumes la gratitud, la que recibes y la que ofreces, que tienes un lugar importante, que eres útil.  Recupera la sensación de tu propio valor. Renueva tu propósito.

De esta manera, desde la bondad, podemos enfrentar nuestros grandes desafíos globales y convocar una era de armonía y de desarrollo consciente y constructivo que nos cuide y que cuide esta tierra, que es nuestro hogar tan bello. 

¿Es la bondad útil? Sí. Y es una gran herramienta asequible cotidianamente, para transformar el mundo.

Dr. Juan José Lopera

Neurobiología y pertinencia de la bondad | Juan José Lopera | TEDxMedellin

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